¿Qué significa ser competitivo?

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El ser competitivo consiste en no imitar a los rivales, no debe ser visto como una batalla en la que el único objetivo es derrotar al otro, sino una situación con muchos jugadores y muchos ganadores. Todos creando valor, innovando y tratando de perdurar en el tiempo, no enfocados en “derrotar” al otro.

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Solemos escuchar que la competencia es “feroz” en el ámbito de los negocios, que día con día surgen empresas nuevas con grandes deseos de insertarse en los mercados y ganar una porción considerable de ellos, y para esto deben rivalizar entre ellas, o al menos eso dicen, hay que ser competitivo.

Pero si algo podemos aprender de todo ese discurso es que el competir es un concepto que no está muy bien comprendido dentro del ámbito empresarial, aunque sí bastante “manoseado”.

La competencia está presente en la mayoría de los ámbitos en los que nos desenvolvemos, ya sea en el deporte, en la universidad, en el trabajo, en las organizaciones, en las ciudades, o incluso se da entre países. El ser competitivo es algo propio de las personas y, por ende, de las organizaciones que crean, y suele pensarse como el “ser mejor” que el otro.

Entonces entendemos, de manera errónea, que la competencia es sinónimo de desafiar, de “ganarle” al otro, y esto incrementa la hostilidad entre aquellos que compiten dentro de cualquier ámbito.

Pero si este concepto no está bien comprendido debemos preguntarnos ¿Qué es competir realmente?. Desde mi perspectiva, el ser competitivo puede ser comprendido desde figuras distintas: micro y macro. Para efectos prácticos de esta columna vamos a entender como micro a la empresa y como macro al estado (entidad federativa de nuestro país); aunque bien podrían trasladarse ambos puntos de vista a generalidades distintas que conserven la misma proporción de micro y macro, o bien, sector privado y público.

En ambas vertientes se debe desmitificar el sentido de “rivalidad” que existe entre las entidades que compiten, no debe entenderse como competencia un juego de “ganar y perder” o de “suma cero”. Este tipo de aproximaciones suelen limitar el ser competitivo, reduciendo de buen grado las capacidades de los sectores mencionados.

Competir es darse cuenta de que el mercado es dinámico, que es vasto y diferente para todos los que lo conforman, en este sentido no hay nada como “ser mejor que el otro”, porque ninguna empresa o institución es igual a otra; y el última instancia, ¿Qué significa exactamente “ser mejor”?. Entonces la competencia se fundamenta en ser diferente que el otro, en ser único, no mejor; en cuyo caso no se “ganaría” o “perdería”, sino que se compartiría la tan deseada victoria.

El valor que creamos es único y distinto, la competencia, entendida desde esta perspectiva, no permite creencias de imitación, que es como normalmente se comportan las empresas, una lanza un producto innovador y vemos que, al poco tiempo, su competencia hace lo mismo, dejando que los clientes no tengan más opción que elegir sólo por el precio. No existe ya un diferenciador claro de valor, o una identidad propia de cada empresa.

El ser competitivo consiste en no imitar a los rivales, no debe ser visto como una batalla en la que el único objetivo es derrotar al otro, sino una situación con muchos jugadores y muchos ganadores. Todos creando valor, innovando y tratando de perdurar en el tiempo, no enfocados en “derrotar” al otro.

En el sector público pasa exactamente lo mismo, los estados suelen competir basados en ser mejores que otros, tener mejores industrias, mejores sueldos u oportunidades, cuando se puede observar que cada uno aporta un valor distinto a los demás, cada uno de ellos tiene la capacidad de ofrecer diferente valor a la economía nacional, fortaleciéndose en industrias específicas o sectores de negocio singulares, generando una productividad distinta pero complementaria a todo lo demás. Esto fortalece al país en lugar de debilitarlo, como pasaría si se compitiera por “vencer” al otro.

En el ser competitivo no cabe el haber siempre un ganador y un perdedor, es un juego largo y no instantáneo, no hay reglas determinadas sino dinamismo, innovación y constante cambio. Lo que se debe tener es la meta por permanecer en el juego, no en conquistar, no en derrotar a los demás sino en formar alianzas que fortalezcan determinado mercado, pensar en mejorar la satisfacción de las necesidades de los clientes y no fijándose siempre y únicamente en qué está haciendo el rival para intentar hacer lo mismo, o mejorarlo; esa es la mentalidad que, poco a poco, debemos dejar ir.

El fin del ser competitivo es convertirse en la mejor versión de uno mismo, si siempre estamos observando lo que hace el otro es probable que no perduremos en el tiempo, si prestamos más atención a la competencia que a nosotros mismos, es probable que no generemos valor real y singular, que vayamos perdiendo nuestra identidad. Esto aplica para todos los sectores y todas las vertientes, desde la partícula más pequeña: el individuo.

En la mayoría de las ocasiones esta información no es tan difundida, por ello la cantidad de empresas que tienen un éxito superior, visible y sostenido en el tiempo son pocas.

El Coaching de negocios, surge como una figura que apoya a formar líderes y seres competitivos con esta visión. Como Coach de negocios y Consultor diseño y acompaño procesos para el desarrollo de la competitividad de líderes, organizaciones y figuras públicas que buscan lograr sus objetivos. Esto lo logro con la aplicación de Tecnologías de Inteligencia y Acción de vanguardia que permiten gestionar el cambio.

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